He ido a visitar la iglesia de Meira, antigua abadía
cisterciense venida a menos, después de Mendizábal. Su porte es completamente
rural y desde fuera, no hace suponer la altura que nos encontraremos nada más
penetrar en su interior. Sus puertas lucen unos herrajes que ya he comentado
aquí mismo.
IGLESIA DE MEIRA. FACHADA |
El interior apenas luce ornamentación. Sus paredes,
unos cuantos retablos carcomidos y la recia arquitectura cisterciense, nos
reciben casi como a unos intrusos que nos adentramos en aquellos muros, que
definen un interior desacostumbrado. Ni una sola luz eléctrica, solo está
iluminada por la luz exterior, natural, que penetra por ventanales laterales y el gran
rosetón de la fachada. Hay mucha luz en el interior, aunque los tópicos tachen
de obscuras a las construcciones románicas.
Cuando se construye la iglesia, principio del
s.XIII, el gótico ya está al venir. Los arcos apuntados nos lo atestiguan, si
bien aún no hay bóvedas de aristas. Sí, sabiendo verlo, comprobamos que el
gótico llama en las puertas de los estudios de los arquitectos y pronto la luz
penetrará a raudales en los interiores a través de vidrieras, pero aún no es el
momento.
Esta última vez, visité Meira en un día soleado. De
entonces son las fotos que publico
ahora. Me pregunto qué impresión tendrían
los visitantes de siglos pasados, al penetrar en este templo. Cuando, por no
haber, ni existía luz eléctrica. Hoy la echamos en falta, incidiendo con sus
haces en aquellos lugares que los técnicos han querido que observemos. Nos
hemos hecho muy esclavos de estas técnicas de hoy.
NAVE CENTRAL |
Esto me hace pensar en cómo vemos los edificios
actuales. La iglesia de Meira, por volver a ella, ¿sería reconocida por sus
arquitectos? Quiero creer que sí. Está tan empobrecida, que pocas mejoras se le han
podido añadir, para adecuarla a estos tiempos que vivimos. A veces, pienso que muchas de esas obras encaminadas a actualizar, alejan a los monumentos
de la idea fundacional que tuvieron quienes los erigieron
Cuando los constructores alzaron la iglesia abacial
de Meira, hacia 1213, la dotaron de todo
cuando estaba a su alcance técnico para hacer de ella algo especial. Orientada
en el eje, este-oeste, garantizaba luz al amanecer, que entraría por el ábside,
y al atardecer, que entraría por el rosetón de la fachada y llenaría las naves
de luz. Esa fue la intención inicial.
DE NUEVO LA NAVE CENTRAL |
¿Han mejorado los monumentos con la iluminación que
se emplea hoy? Creo que la luz eléctrica ha venido, es un decir, a violar la
intimidad para la que fueron construidos los edificios religiosos. Sí, cierto,
podemos ver y admirar al detalle toda la perfección de la obra, toda la
maravilla arquitectónica encerrada allí, pero esos edificios se hicieron para
otra cosa y no para que hordas de visitantes (yo entre ellos), vayamos
fotografiando este o aquel capitel, desdeñando, menospreciando y tal vez
mancillando, el espíritu con que se construyeron.
Muchos me dirán que el interior de Meira es lóbrego,
y claro que lo es para alguien que lo visita con ojos de 2015, pero quiero
creer que no lo fue para entonces. A veces me gustaría visitar algunos lugares
sin disponer de más recursos para visitarlos que aquellos de los que se
disponía entonces. Bajaría a la cripta del Monasterio del Escorial, o a la de
la Colegiata de Osuna, sin más iluminación que la que me aportase una antorcha
o una vela. Muchos me dirían que es muy tétrico, pero es lo que había y quiero
revivir aquel ambiente. Tampoco hay que desdeñar la dimensión tétrica al
visitar tumbas.
NAVE LATERAL. ARCOS APUNTADOS PRESAGIAN AL GÓTICO |
Al lado de toda esta escasez de luz (no digo
lobreguez), debió de ser simbólico su derroche en algunos lugares, por ejemplo,
en la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, en una catedral tan obscura como la de
Lugo. Esos contrates de luces y sombras son unos de los componentes del
barroco, como sabemos. Y sabrían encontrarle su significado.
AL FONDO, PUERTA DE ACCESO CON EL ROSETÓN QUE CONTRIBUYE A ILUMINAR EL INTERIOR DEL TEMPLO |
No estoy en contra, faltaría más, de la iluminación
de interiores. Evoco los de las catedrales de León o la de Chartres, por
ejemplo, pero siento que a cuenta de esas “mejoras” nos hemos separado de su
sentir inicial, cuando se pensó construir un espacio para, entre otros fines,
acercar a Dios y encontrar su presencia en su interior. Hoy ese espíritu, que pudo
haberse conseguido en otros tiempos, tal vez se ha perdido en muchos casos.
En múltiples ocasiones me he preguntado si estos
adelantos y supuestas mejoras
aplicadas a los edificios religiosos, no han alterado el ambiente de recogimiento
que se quiso conseguir cuando se alzaron. Por eso, me gustaría que en algunos
de ellos nos ofreciesen la posibilidad de visitarlos, en horas concretas, sin
más luz que la natural, para verlos tal como fueron concebidos por sus autores
y fueron vistos por nuestros antepasados. No sé cuántos visitantes harían uso
de esta opción, pero hacerlo nos podría aportar dimensiones nuevas sobre los
monumentos que visitásemos.
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