jueves, 23 de abril de 2015

MI CERVANTES

Hoy hace años que murió Cervantes, pero para mí sigue vivo. Sigue vivo cuando leo sus cosas o, mas aún, cuando recorro los lugares por los que pasó y puso en danza a sus personajes.
Le evoco en Córdoba, en la plaza del Potro, en cuyo Mesón pernoctaron D. Quijote y Sancho, o en la Plaza de la Corredera, por donde pasaron en venturosa marcha.

PICAROS CERVANTINOS
Le recuerdo en las gradas de la catedral de Sevilla, las de la calle Alemanes, donde jugaban aquellos pícaros, Rinconete y Cortadillo, que luego irían a las del Salvador pasando por la calle Placentines, para terminar en la Alfalfa subiendo por la Cuesta del Rosario. O, frente a Sta. Paula, viendo pasar, entrar o salir, a Isabela, la Española Inglesa con sus padres. Por no citar más lugares, que no es cosa de aburrir.
Buscan sus restos mortales y se olvidan de su presencia indeleble en nuestra cultura. Entre otros, en mi casa hay un ejemplar del Quijote que fue de mi padre. Editado en la década de 1920, el Estado Español lo regalaba a cada niño que accedía a los estudios primarios. Como ahora justamente. Es un libro más bien feo, la verdad. Había que editar muchos cada año, pero es lo que había y se guardaba hasta hoy, que lo guardo yo cuando mi padre sigue vivo en mi memoria.
La presencia de Cervantes en La Mancha la evoco y me entra vértigo al intentar contar el sinnúmero de datos, de hechos, de anécdotas que pueden enriquecer estas evocaciones.
EDICIÓN QUE COMENTO
Hace pocos días, en el Ateneo de Santiago escuché una conferencia en la que se hablaba del Quijote como una novela de humor. Muy bonita e interesante la visión del conferenciante. El Quijote, como obra de arte, y obra maestra, puede y debe ser contemplada desde muchos puntos de vista. También el de la obra de un escritor sagaz que pone en boca de un loco todo aquello que no podría haber puesto en boca de un cuerdo. En ese plan, también es una novela de crítica. Todos vemos en los consejos que da D. Quijote a Sancho antes de ser nombrado gobernador de la Ínsula Barataria, una crítica a los gobernantes de turno. Crítica que los poderosos de entonces perdonan por venir de boca de un loco.
También hay tiempos de estremecimiento como la quema de libros, esa acción nefanda por parte de los intelectuales locales, que hacen todo lo posible para que la cultura no sea patrimonio de todos y siga siendo monopolio de unos pocos, de ellos, los que queman. Una afición de la que parece que, cuatro siglos más tarde, aún no hemos abominado.
A veces, no pocas, he tenido la tentación de poner cara a los personajes del Quijote. Muchos de ellos tendrían cara de gente corriente, personas con quienes nos cruzamos por la calle. Los más odiosos para mí son Los Duques, aquellos a quienes Cervantes llama por su rango sin atribuirles nombre de pila. A esos sé qué cara les pondría, muy conocidas por ser frecuentes en los telediarios.



MOLINOS DE VIENTO DE ENTONCES
Hay algo que no he oído mucho a los múltiples exégetas del Quijote. El libro apareció en 1605, poco tiempo después de la llegada de los Habsburgo al trono español. Al llegar Carlos I, quiso actualizar España y había dinero para hacerlo. Lo primero que intentó hacer, fue modernizar las fuentes de energía, pues aquí aún se utilizaban los molinos de agua como único recurso y él venía de los Países Bajos, donde el viento representaba esa fuente.
La implantación de los molinos de viento, salvo en La Mancha, resultó ser origen de fuertes conflictos, de modo que se terminó por abandonar la idea y seguir con los de agua, donde se disponía de ella. Los inconvenientes que se ponían a los molinos de viento eran el ruido que hacían y el destrozo paisajístico que acarreaban. Curiosamente, cuatrocientos años más tarde, seguimos con la pugna sin resolver, a los parques eólicos se les sigue achacando los mismos inconvenientes y sigue siendo el agua la principal fuente de energía.
Cuando D.Quijote sale del lugar, de cuyo nombre no quiere acordarse Cervantes, se encuentra con molinos de viento y los ataca muy enfurecido, confundiéndolos con perversos gigantes. Quiero pensar que Cervantes desea poner en entredicho a quienes, con ese ataque, ya habían frenado el primer paso del pretendido desarrollo español. Los lectores de entonces entenderían el sarcasmo. A D. Quijote le hace aparecer como loco, pero los enemigos de los molinos de viento habían ganado esa batalla.

MOLINOS DE VIENTO DE HOY

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