viernes, 5 de abril de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (VI) GALLOS Y GALLINAS


Todo santuario que pretenda ser un centro de peregrinaciones, debe contar con una buena relación de milagros atribuibles a su titular.

El Apóstol ante un fondo de vieiras (C.Calixtino)
En el Códice Calixtino, escrito en el Siglo XII, se narran milagros del Apóstol, pero la verdad es que nunca me preocupó conocerlos, pues no creería en su veracidad al venir adornados con los atributos a los que eran tan aficionados los lectores (no muchos) de aquel tiempo. Seguro que hay voces que salen de no se sabe dónde, luces de origen indeterminado, estrellas que caen y cánticos celestiales. En medio de esta increíble puesta en escena, ocurriría el celebrado milagro: tal vez un muerto despedazado que se recompone y tiene ganas de comer como primera providencia. Eran los gustos de la época y el Códice estaba escrito para lectores de libros de caballerías, para quienes el liberar a una princesa de su prisionero, que era un dragón, era motivo más que suficiente para alcanzar la santidad, como ocurrió a San Jorge.
Otras veces los milagros atribuidos a Santiago eran más sencillos, pero
Gallo de Barcelos
no exentos de falsedad o manipulación, que diríamos hoy. Nunca me dejó de sorprender el que en lugares distanciados del Camino, incluso en diferentes rutas, aparezca el mismo milagro localizado en esos diferentes lugares. Pudo ser que, una vez conocido el milagro, se quisiese situarlo en varios lugares, para ir jalonando el Camino de otros centros de peregrinación que hiciesen más llevadero el caminar. Lugares alejados, lógico, lejos del peligro que podría ocurrir si alguien conociese las diversas versiones del mismo milagro.
Me explico. Tanto en Santo Domingo de la Calzada (Camino Francés), como en Barcelos (Camino Portugués), existe la misma tradición relativa a un milagro sospechosamente idéntico. Quiero indicar que me parece una historia escrita por un hombre del siglo XII, para quien el muchacho representaba un cúmulo de virtudes y la chica era la misma perversidad hecha mujer.
Cruceiro en Barcelos. 
En ambos casos, a un mesón llega un matrimonio alemán con su hijo, un joven llamado Hugonell. Una criada se enamoró de él, pero su pretensión fue rechazada por el virtuoso mozo. Despechada, la moza introdujo arteramente algunos utensilios de plata en el equipaje de de Hugonell y dejó que se marchasen a la mañana siguiente. Al poco, la criada formuló la correspondiente denuncia, sabiendo que las leyes vigentes castigaban los hurtos con la muerte. Sabía que condenaba a muerte al joven, pero, despechada, no le importaba que si no era para ella, no lo fuese para ninguna.
Hasta aquí, ambas leyendas coinciden plenamente, incluso en el hecho de que los objetos escondidos en el equipaje de Hugonell fuesen de plata. Tal vez el oro era un material demasiado valioso como para estar a disposición de la servidumbre y convenía darle aspecto de credibilidad a la historia.
Hugonell fue ahorcado, pero los padres habían pedido ayuda al Apóstol Santiago (caso de Barcelos) o a Santo Domingo (S.D. de la Calzada). En ambos casos, los santos cuya ayuda fue requerida sostuvieron al mozo que
Relieve en S. Domingo. Drcha. el Apóstol peregrino
asiste a los padres
no llegó a caer y, por tanto, no murió ahorcado.
Cuando los padres vieron el milagro, fueron a decirlo a quien ostentaba la máxima autoridad del pueblo. Éste, que estaba comiendo una gallina asada (un gallo en el caso de Barcelos), comentó, incrédulo, que antes de que el joven estuviese vivo, saldría del plato la gallina (o el gallo) cantando alegremente, como así ocurrió.
El gallo de Barcelos se ha transformado en el símbolo de todas las buenas cualidades humanas encarnadas en los portugueses. En el Museo Arqueológico de Barcelos hay un cruceiro en cuyo fuste se representa al Apóstol sosteniendo al joven colgado, sobre el cual aparece el gallo, ya a los pies de Cristo.
Por otra parte, en el interior de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, existe una jaula en la que viven unos cuantos gallos y gallinas blancos (no podían ser de otro color) que dicen que son descendientes del que salió corriendo y cantando.
Gallinero en la catedral de Sto. Domingo de la Calazada
Hoy, nueve siglos más tarde de la aparición de estas leyendas, encontramos entrañable este comportamiento de quienes llevaron la historia de un sitio para otro. Pero es una práctica que repudiamos por completo esa de jugar con la credulidad de quienes ponían en ellos su confianza.

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